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Odisea |
Un viaje interior | ![]() |
Enterrando a Freud![]() Veo difícil encontrar un caso parecido de debate cultural tan encarnizado y duradero como el que se estableció entre partidarios y detractores del psicoanálisis desde que Freud empezara a publicar sus trabajos. La polémica ha cumplido ya cien años, si tenemos en cuenta que el núcleo primitivo de la teoría del psicoanálisis se fraguó en 1900, fecha de la publicación de “La interpretación de los sueños”. El principal argumento de sus detractores es que el psicoanálisis no es una ciencia: no sigue el método científico, no es verificable ni falseable, y su cuerpo teórico se basa en la experiencia subjetiva. Los partidarios, por el contrario, esgrimen un resbaladizo argumento: es la propia represión del inconsciente de los detractores lo que les impide aceptar la evidencia. De esta forma la propia teoría se justifica a si misma y se convierte en una teoría cerrada: no es posible contradecirla porque tiene los mecanismos necesarios para negar los argumentos que pudieran utilizarse en su contra. Creo que la principal razón del debate estriba precisamente en las posiciones extremistas. A menudo los seguidores de Freud se constituyen en una legión de sectarios que adoran al padre del psicoanálisis como si fuera casi un dios. Algunos de sus enemigos son cruzados contra la causa e intentan demoler en sus ataques no solo la teoría sino también al hombre, como puede desprenderse del artículo de Tallis y sus referencias al libro de Webster. Quizá si unos y otros pudieran ver a Freud más como un filósofo que como un científico, más como un extraordinario pensador que como un estafador podría existir un punto de encuentro. Freud ha sido una revolución en cuanto a la visión que tiene el hombre de si mismo. Su influencia en nuestro modo de pensar y en el desarrollo de la psicología en este siglo es innegable. El divorcio entre ciencia y humanidades (como si la ciencia no fuera aplicable a la humanidad y viceversa) es un mal de nuestra sociedad que ya se plasma en nuestros estudios. Hay gente de "ciencias" y gente de "letras", analfabetos los unos en el campo de los otros. Y --para que vamos a negarlo-- existen una tácita superioridad de los primeros sobre los segundos. Incluso a nivel personal, si sabes de genética o física cuántica estás en la ola; si te gusta leer a Homero o aprender griego clásico eres, como mínimo, un poquito "raro". Una de las razones de la pérdida de popularidad del psicoanálisis es la aparición del Prozac © y otros antidepresivos de nuevo diseño que pretenden ser la panacea que cure nuestros “males del alma”. Millones de personas los consumen a diario. Ante la alternativa de un tratamiento largo y costoso tenemos una nueva solución rápida y barata. A cambio perdemos la capacidad de elaborar nuestras emociones, comprendernos mejor, llegar al fondo de nuestros terrores primitivos y, en definitiva, perdemos la capacidad de crecer. Es posible que en muchos casos los psicotrópicos no solo funcionen sino que sean la mejor solución. Pero no me gusta vivir en un mundo dónde un medicamento puede curar mi tristeza, mi timidez o mi abulia; donde uno se puede anestesiar el dolor de espíritu con psicofármacos y relegar las emociones auténticas a un segundo plano. Entre el mundo Prozac y el mundo feliz de Huxley hay cada vez menos distancia. Ha pasado un siglo y el debate continua. La red no podría ser ajena al mismo y por ello se puede leer el artículo original de Tallis y las replicas que ha generado, en los dos sentidos, en una página Web denominada precisamente Burying Freud (enterrando a Freud). Despojemos a Freud de su aura mística, comprendamos que todo pensador esta sumergido en una época y en unos condicionantes, entendamos lo que le debemos (como comprendemos lo que le debemos a Aristóteles) y sigamos avanzando en el conocimiento sin olvidar que somos, al fin y al cabo, humanos. 2002-06-08 a las 09:53 | Odiseo | 2 Comentarios | # Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://odisea.blogalia.com//trackbacks/1467
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