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Odisea |
Un viaje interior | ![]() |
El reloj y otras adiccionesEsta mañana, al salir de casa, me he dejado el reloj. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera por el improperio que he soltado cuando me he dado cuenta, el gesto irrefrenable de detener el coche y deshacer el camino para recogerlo. Inmediatamente me he dado cuenta de la patología implícita en mi reacción. Llevo un móvil donde figura la hora. Mi coche tiene un reloj digital. El ordenador con el cual trabajo también. ¿Para que necesito uno en la muñeca?. Pero ocurre que estoy sumergido en el sistema. Ocurre que el reloj es un símbolo de nuestra esclavitud con respecto al tiempo, el plan, la premeditación. Es el grillete que nos ata a un estilo de vida. Creo que Julio Cortázar lo expresó muy bien en Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj: Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj. Ayer mismo comentaba esto con mis amigos. Hablábamos de las necesidades innecesarias, de cómo nos generan el deseo y nos manipulan las intenciones, de cómo, en definitiva, nos venden humo. El móvil por ejemplo. ¿Es necesario? Vale, vale. Es práctico. Va bien. Es cómodo. Pero ¿necesario? ¿Hay alguien tan necesario que requiera estar permanentemente en situación de ser abordado? Ya se que se puede conectar y desconectar a placer. Pero se adueña de ti y ya no lo desconectas. Y ¿es cierto que los mensajes SMS ayudan a comunicarse?. ¿O acaso nos impedirá atrevernos a decir algo cara a cara?. Como el reloj de Cortázar, el móvil no es un regalo, tú eres el regalo que le hacen al móvil. Y al coche. Y a la tele. No se me interprete mal. Soy un ferviente partidario de las nuevas tecnologías, me gustan las innovaciones, me divierte la electrónica, necesito conectarme a Internet y tengo DVD, móvil, cámara digital y toda la parafernalia tecnológica al uso. Pero quisiera desligarme de las dependencias que genera. Me gustaría apostar por la autenticidad antes que por la virtualidad. Está muy bien charlar en un chat o escribir en una bitácora pero si eso permite no arriesgar, no ser auténtico, no mirar a los ojos al otro, es decir, ocultarse tras la tecnología, entonces habremos perdido algo. Nada es bueno o malo por si mismo, ni la energía atómica, ni el alcohol, ni el correo electrónico. El uso que hacemos puede ser cuestionable. Es muy gracioso que ayer estuviera defendiendo estas ideas y hoy, en un hermoso acto fallido, en un gesto de inconsciente rebeldía, haya olvidado mi reloj, algo absolutamente excepcional. Mi malestar inicial se ha convertido en una sonrisa y hoy me siento un poco más libre. 2002-10-23 a las 23:30 | Odiseo | 5 Comentarios | # Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://odisea.blogalia.com//trackbacks/3037
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