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Odisea |
Un viaje interior | ![]() |
"Felices" fiestas![]() Pues eso, que me ha anulado la posibilidad de decir algo decente. Y no es por falta de ganas. A mi la navidad me produce un sentimiento de ambivalencia (es increíble la cantidad de veces que digo que algo me produce ambivalencia; soy un ambivalente nato). A medida que se acercan las fechas me siento, cada vez más, un bicho raro. Parece que el mundo se divide en dos. Por un lado están los que disfrutan de las fiestas, compran adornos y engalanan (por decirlo de alguna manera) sus casas, se sienten felices, se sienten buenos (¿por qué no se sentirán así el resto del año?), se emocionan cantando villancicos en familia y se gastan la paga extra comprando regalos. Luego están los otros, aquellos que se deprimen porque todo es muy tierno, porque se acuerdan de su infancia perdida, porque echan de menos a los que no están (vuelve a casa por Navidad, etc) o a los que ya no pueden volver. Y luego estoy yo. Básicamente me siento agobiado. A mi ni me alegra ni me deprime, solo me abruma la navidad. Que si comemos aquí o allí (no, allí no que ya comimos el año pasado; lo que pasa es que fulano tiene mucha jeta que nunca nos invita a su casa); que por qué no aprovechamos para ir a esquiar (¡pero si a mi no me gusta!… Ya, pero como tienes unos días de vacaciones...); que si tendré que estar de guardia en el trabajo (siempre pringo yo, total para nada porque todos se han ido unos días fuera); que si no te olvides de comprar turrones (ufff no puedo más, creo que ya estoy empachado, ¿Un polvorón? Que no, que no puedo, de verdad gracias. ¿Has probado sorber cava a través de un barquillo como si fuera una caña? Se sube que no veas). Creo que lo peor son los regalos. Es como tener que celebrar un cumpleaños pero a lo bestia como si quince personas cumplieran años el mismo día y tuvieras que quedar bien con todos a la vez. Sin olvidar que, una vez más, no compré los regalos a lo largo del año, como me prometí las pasadas navidades, y tendré que dejarme arrastrar por la marea humana que todo lo invade. Tendré que bregar con el tráfico imposible ya que el ayuntamiento ha pensado en unas navidades más humanas y ha decidido cerrar el centro excepto al transporte público. En las tiendas, de nuevo, no cabrá un alfiler, los villancicos resonarán cual castigo bíblico mientras me abro paso entre la multitud y me gastaré mucho dinero comprando lo que dentro de quince días será mucho más barato. Y lo peor es que me pasaré horas dando vueltas intentando comprar a cada uno lo que pueda hacerle ilusión (¿otro disco para Marta? ¡Siempre le regalas lo mismo! ¿Qué pasa? A ella le gusta y así yo no pienso. ¡Que poco detallistas que sois los hombres!). Y todo para celebrar el nacimiento, hipotético, de alguien que ni me va ni me viene, o que me va y me viene tanto como Buda o Mahoma, sinceramente. Puestos a elegir, preferiría celebrar el aniversario del nacimiento de Borges, por ejemplo. Pero, que le voy a hacer. Después de maldecir en arameo, prometer que el año que viene será distinto, gastarme media paga en regalitos y perder un tiempo precioso haciendo colas, llegará el día veinticinco. Todo el mundo sonreirá feliz, excepto mi madre que estará muy depre, mi cuñada preparará una comida increíble, todo el mundo se pondrá sus mejores galas, aparecerá aquella cubertería de las grandes ocasiones y yo sentiré un extraña emoción: la de sentirme vivo, la de reconocerme en una tradición, la de encontrar, aunque sea de una manera artificial y manipulada, con lo confortable, con aquello que, mal que me pese, me identifica de alguna forma. Será un sentimiento incipiente y por supuesto, ambivalente. Uno es así. Apenas hayan pasado las fiestas acariciaré la idea de dar la campanada la próxima vez: desaparecer y decirle a todo el mundo que ya estaba harto de hacer el imbécil religiosamente (nunca mejor dicho) año tras año. Pero ¿para qué? Aguaré la fiesta a los felices y los deprimidos llorarán desconsoladamente. Y yo perderé la ocasión de sentirme confortablemente acogido. Y de esta forma, casi sin querer, he escrito algo sobre la navidad. Que Daurmith me perdone. 2002-12-13 a las 01:13 | Odiseo | 3 Comentarios | # Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://odisea.blogalia.com//trackbacks/4178
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