Odisea |
Un viaje interior |
Amores inconfesosAcabo de leer una declaración de amor tanto más poética por cuanto ignorada por el destinatario. Emocionante. Nada me despierta más afecto, más empatía (como se dice ahora) que los amores inconfesos.Imagino que el mundo está lleno de pasiones no correspondidas, de admiraciones secretas, de sueños inalcanzables. Yo, sin ir más lejos, conocí un caso cercano. Hace años, trabajaban juntos. El era un tipo serio y distante; ella una compañera nueva, tan eficiente como alocada. A él, de inmediato, le cayó fatal; no soportaba su risa estrepitosa, su verborrea inagotable, su espontaneidad incontenible, su felicidad innata. Pronto ella le tildó de estirado, frío y arrogante. Como no podía ser menos se convirtieron en una presencia desagradable de la que huir. Si coincidían a la hora de comer, se toleraban para no hacer público su conflicto. El resto del día se evitaban en lo posible. Mientas más cargante la encontraba él, más alboroto organizaba ella a su alrededor. No tardaron en pelarse y en dejar claro que no se soportaban. Ambos hablaron a sus respectivas parejas del otro. "No lo trago" decía el. "Es insufrible", renegaba ella. Y así transcurrieron dos o tres años. De repente, un día cualquiera, ella le propuso tomar algo al salir de trabajar. El se sorprendió mucho. Pero a esas alturas estaba buscando piso para irse a vivir solo. Pensó que no tenía nada que perder, que iniciaba una nueva vida y que no se podía permitir el lujo de alargar innecesariamente un conflicto. Sin duda era la oportunidad de aclarar muchas cosas. De camino al bar, en el coche de él, se sintieron tensos e incómodos. Más tarde, ante dos vasos de cerveza se relajaron y, por primera vez, se comunicaron. Entonces ella le dijo lo que había estado ocultando durante tanto tiempo. Le espetó que se había enamorado de él desde el primer momento que le vio. Le hablo de su sufrimiento callado, de su miedo a hablar en sueños y decir su nombre, de la fiebre que la había consumido, sin que nadie lo supiera, todos estos años. Le hablo de cómo temblaba cada vez que el se acercaba y sus denodados intentos de que nadie notara como el estómago se le llenaba de mariposas. El no daba crédito a lo que escuchaba. Solo atinó a balbucear "¡Pero si tu me odias!". Y ella, con una sonrisa amarga, le respondió que solo él la odiaba, que ella siempre le había querido. Que su comportamiento atolondrado solo era una coraza bajo la cual disimular sus locos e imposibles anhelos. Ya no podía contenerlo más, tenía que decírselo y luego volver a su vida cotidiana. Después de ese día, ella se sintió mejor. Dejaron de evitarse. El se volvió menos distante y ella más tranquila. Empezaron a hablar y poco a poco nació la complicidad. Y antes de que nadie se diera cuenta él se había enamorado. El era yo. 2003-11-23 a las 21:49 | Odiseo | 8 Comentarios | # Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://odisea.blogalia.com//trackbacks/13262
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